Alonso de Marañón y el lugar de donQuijote

ʺPOR EL HILO SE SACARÁ EL OVILLOʺ (Q1, 4)

El Quijote, «una tela de varios y hermosos lazos tejida»


De mi artículo El sastre del cantillo:
A principios del siglo XVII Cervantes es ya una persona mayor, y en su cabeza rondan mil historias y cuentos, vivencias personales y fábulas oídas junto al fuego de las muchas ventas en las que tuvo que pasar las noches de camino. No quiere escribir «cuentos disparatados que atienden solamente a deleitar…», donde «un mozo de diez y seis años da una cuchillada a un gigante como una torre y le divide en dos mitades, como si fuera de alfeñique…», o el espacio-tiempo narrado es imposible como cuando «una gran torre llena de caballeros va por la mar adelante, como nave con próspero viento, y hoy anochece en Lombardía y mañana amanezca en tierras del preste Juan de las Indias, o en otras que ni las descubrió Tolomeo ni las vio Marco Polo…».

Abandona lo que tiene escrito, aunque quizás lo recicle después en la novela como hizo con otras novelitas o cuentos que tenía guardados en un cajón, y decide hacer sin probaturas, no tiene tiempo para eso, el Quijote:

«… hecho con apacibilidad de estilo y con ingeniosa invención, que tire lo más que fuere posible a la verdad, sin duda compondrá una tela de varios y hermosos lazos tejida, que, después de acabada, tal perfeción y hermosura muestre, que consiga el fin mejor que se pretende en los escritos, que es enseñar y deleitar juntamente, como ya tengo dicho». (Q1, 47)

Sabe el gusto de los muchos lectores de novelas de caballerías, que como las comedias que se representaban «todas o las más son conocidos disparates y cosas que no llevan pies ni cabeza», pero también reconoce «que las que llevan traza y siguen la fábula como el arte pide no sirven sino para cuatro discretos que las entienden». Por tanto, su ingenioso invento literario tiene que satisfacer a todos, a «discretos e ignorantes», para evitar, según precisa él, que «al cabo de haberme quemado las cejas por guardar los preceptos referidos, que vendré a ser el sastre del cantillo».

Tenía que ingeniar de cabo a rabo, para no llegar a ser aquel «sastre del cantillo que ponía de su casa el hilo», una novela que fuese leída con agrado e interés por mucha gente de toda condición, tanto por los discretos como por el vulgo, porque, cómo él bien sabía, solo con la fama no se llenaba el plato de comida.
Cervantes cose sus cuentos, invención suya o reciclando los escuchados, con personajes reales, cotidianos, hilvanándolos todos y cada uno con el sutil hilo del espacio conocido y el tiempo real. Cambia así, con este «discreto artificio» las formas de componer los antiguos libros de caballerías, en las que el lector tenía que trasladarse mentalmente al tiempo del protagonista, a veces a los lejanos siglos XII-XIV, creando un novedoso libro de caballerías en el que es el antiguo caballero andante el que se traslada a principios del siglo XVII.

Elige para su protagonista la figura de Alonso, un hidalgo manchego normal de su tiempo, el Renacimiento, que se comportará como un antiguo caballero andante del Medievo durante las aventuras en la figura de don Quijote, llevándolo por caminos y parajes reales, haciendo así el Quijote verosímil y creíble para sus lectores. De no haberlo hecho así, su libro de caballerías no habría trascendido hasta nuestros días como el Quijote.

Una novela con hechos históricos conocidos por todos

Entre los discretos artificios, o recursos literarios, que ingenió para que su novela «tire lo más posible a la verdad» fue la de incorporar a las aventuras del hidalgo manchego referencias de hechos históricos recientes, muy conocidos por cualquier lector de su época, como por ejemplo la expulsión de los moriscos de España (1609-1613) o el desastre de la Armada española en la bahía granadina de La Herradura (1562).

Alusiones históricas que de omitirlas la ficción quijotesca no habría variado en absoluto. Sin duda alguna, Cervantes hilvana estos datos en el cuento a propósito con el fin de dar verosimilitud a las aventuras del trasnochado hidalgo manchego.

De la expulsión de los moriscos de España se han escrito miles de folios, siendo un hecho todavía hoy recordado por la gran trascendencia que tuvo en la sociedad española y en los propios expulsados. Pero no tanto del naufragio de una buen aparte de la Armada en las costas de Almuñécar. ¿Qué ocurrió aquel 19 de octubre de 1562 en La Herradura para que Cervantes la recuerde medio siglo después en el Quijote?

Solo recordar que Carlos I y su hijo Felipe II heredan una Marina militar instaurada en España durante el reinado de Fernando III el Santo y legislada en el Código de las Partidas por su hijo Alfonso X el Sabio en el siglo XIII. La escolta por el Atlántico de galeones que transportaban desde América oro y plata, las intrigas de franceses e ingleses y el poder de la flota turca, que amenazaba constantemente las costas del Mediterráneo con una invasión en cualquier parte, hizo que en el siglo XVI la Marina de Guerra española tuviese un gran auge. La incertidumbre constante en el Mediterráneo obligó a la Corona a dotar a este espacio de un gran número de embarcaciones de guerra a la Armada Española.

Las malas condiciones del mar son factores determinantes que condicionan la navegación de los navíos, más en aquellas embarcaciones que incluso las podían hacer naufragar con cierta facilidad. Condiciones desfavorables especialmente en invierno, tiempo que si las circunstancias lo permitían la flota lo pasaba resguardándose en algún puerto seguro.

El 18 de octubre de 1562, la escuadra de veintiocho galeras capitaneada por don Juan de Mendoza, después de aprovisionarse en el puerto de Málaga zarpa en dirección a Orán, para realizar una de sus últimas operaciones antes de su refugio invernal. Después de pasar la noche, remando bajo la lluvia y con vientos cambiantes, se refugian sobre las diez de la mañana en la bahía de La Herradura, detrás de la Punta de la Mona. Resguardados del fuerte viento del Levante, parecía entrar la calma en la flota cuando un fortísimo viento del Sur, sin tiempo si quiera de levar anclas para tratar de cambiar su posición a remo, empuja sin control a las galeras entre ellas y contra las rocas cercanas.

De la galera Capitana de España, al mando del propio don Juan de Mendoza, solo se salvaron cinco personas de las más de cuatrocientas que iban a bordo. Don Juan de Mendoza también murió ahogado después de golpearle uno de los palos de las velas y ser arrastrado al mar. En tres trágicas horas, de las veintiocho galeras de la escuadra española quedaron a flote y maltrechas solo tres. Las pérdidas humanas fueron enormes, algunos investigadores llegan a cifrarlas en cinco mil personas, entre soldados, marineros, galeotes y personal civil embarcado en Málaga.

Para dimensionar la magnitud del desastre naval de La Herradura, basta con compararla con el comienzo del epílogo de la Gran Armada. La Invencible, como ordinariamente se le recuerda por los ingleses, sufrió durante más de un mes, en septiembre de 1588, terribles tormentas frente a las costas de Irlanda, naufragando veintiocho embarcaciones, entre buques de guerra y cargueros, muriendo varios de miles de personas, de un total de treinta y cuatro o treinta y cinco buques perdidos durante toda la campaña contra los ingleses. Una tragedia similar en pérdidas humanas y materiales ocurrió en La Herradura, pero tan solo en tres horas dramáticas.

Aunque el desastre, en primer momento, se trató de silenciar para evitar un ataque turco a las desprotegidas ciudades de la costa del Mediterráneo, una vez recompuesta la flota española y derrotada la del imperio otomano en Lepanto, en 1571, fueron constantes las informaciones en España y América sobre esta gran tragedia en la ensenada de La Herradura.

Información que también pudo Cervantes haberla conocido de primera mano de los mismos vecinos de Motril, Salobreña y Almuñécar, que acudieron a ayudar a los heridos y sobrevivientes ese mismo día.

Cervantes estuvo en Motril en 1594 ejerciendo de funcionario recaudador de impuestos atrasados. Fue un hecho que conmocionó a la comarca durante años por la gran cantidad de cuerpos recogidos sin vida en la playa por sus vecinos.

Las relaciones nominales de hombres y mujeres que iban a bordo de las galeras se perdieron en el naufragio y en los incendios de los archivos de la Alhambra y Valencia de don Juan, donde se llevaron todos los documentos encontrados en la arena de la playa. Se conoce el número de soldados, marineros y remeros que integraban cada galera por cartas de información, pero no sus nombres.

Volvamos al Quijote. Este dramático suceso es citado en el capítulo XXXI del segundo Quijote. Al inicio de la comida con la que fueron recibidos amo y escudero en el palacio de los duques, Cervantes intercala un cuentecillo en boca de Sancho a cuenta del protocolo exigido por el duque a don Quijote para sentarse a la mesa: «Si sus mercedes me dan licencia, les contaré un cuento que pasó en mi pueblo acerca desto de los asientos». Con la debida incertidumbre en don Quijote por lo que Sancho pudiera decir y cómo lo iba a decir, ante la insistencia de la duquesa Sancho Panza dice:

Y el cuento que quiero decir es este: convidó un hidalgo de mi pueblo, muy rico y principal,… a un labrador pobre, pero honrado. Y así, digo que llegando el tal labrador a casa del dicho hidalgo convidado… estando, como he dicho, los dos para sentarse a la mesa, el labrador porfiaba con el hidalgo que tomase la cabecera de la mesa, y el hidalgo porfiaba también que el labrador la tomase, porque en su casa se había de hacer lo que él mandase; pero el labrador, que presumía de cortés y bien criado, jamás quiso, hasta que el hidalgo, mohíno, poniéndole ambas manos sobre los hombros le hizo sentar por fuerza, diciéndole: Sentaos, majagranzas; que adonde quiera que yo me siente será vuestra cabecera. Y este es el cuento, y en verdad que creo que no ha sido aquí traído fuera de propósito. (Q1, 31)

Cervantes, para dar credibilidad al cuento de Sancho, pone identidad concreta al hidalgo convidador. Realmente el cuento de Sancho comienza así:

Y el cuento que quiero decir es este: convidó un hidalgo de mi pueblo, muy rico y principal, porque venía de los Álamos de Medina del Campo, que casó con doña Mencía de Quiñones, que fue hija de don Alonso de Marañón, caballero del hábito de Santiago, que se ahogó en la Herradura, por quien hubo aquella pendencia años ha en nuestro lugar, que, a lo que entiendo, mi señor don Quijote se halló en ella, de donde salió herido Tomasillo el Travieso, el hijo de Balbastro el herrero… ¿No es verdad todo esto, señor nuestro amo? Dígalo, por su vida, porque estos señores no me tengan por algún hablador mentiroso.

Según Sancho, «este tal hidalgo, que yo conozco como a mis manos, porque no hay de mi casa a la suya un tiro de ballesta», era «muy rico y principal, porque venía de los Álamos de Medina del Campo», y estaba casado con una hija de «don Alonso de Marañón, un caballero del hábito de Santiago, que se ahogó en la Herradura», del mismo lugar de don Quijote y Sancho.

Y cose otro hermoso lazo al cuento. Sancho muestra su pesadumbre por no haber podido asistir a su entierro por encontrase trabajando en el cercano lugar de Tembleque, «que buen poso haya su ánima, que ya es muerto, y por más señas dicen que hizo una muerte de un ángel, que yo no me hallé presente, que había ido por aquel tiempo a segar a Tembleque…», lo que provoca al eclesiástico para decirle: «Por vida vuestra, hijo, que volváis presto de Tembleque, y que sin enterrar al hidalgo, si no queréis hacer más exequias, acabéis vuestro cuento».

Entre los lugares manchegos de Alcázar de San Juan y Tembleque hay unos 50 km, aproximadamente 8 a 9 leguas, por camino llano. Esta distancia la recorrería Sancho sobre su rucio o a pie en unas 8 a 9 horas, una jornada normal de camino. Espacio más que cercano para decidir dejar a su familia e irse a trabajar unos días en la siega, una vez terminada en su pueblo y así traer unos dinerillos a la maltrecha economía de su casa. De nuevo, al nombrar un lugar manchego real como Tembleque, cercano al lugar de don Quijote y Sancho Panza, da verosimilitud al cuento y en general al texto del Quijote.

En este cuento Cervantes cose «hermosos lazos», sin venir a cuento. La enseñanza que de él trasciende es totalmente independiente de los detalles personales sobre el origen del hidalgo convidador, de la desgraciada pérdida de su suegro en el naufragio de La Herradura y la relación de vecindad que los unía.

Además de otro lacito sobre Mencía de Quiñones, la hija de don Alonso de Marañón, «por quien hubo aquella pendencia años ha en nuestro lugar, que, a lo que entiendo, mi señor don Quijote se halló en ella, de donde salió herido Tomasillo el Travieso, el hijo de Balbastro el herrero…». Don Quijote, dejando al lector en ascuas sobre qué hacía él en aquella pendencia por Mencía, apremia a Sancho a que termine el cuento: «Tú das tantos testigos, Sancho, y tantas señas, que no puedo dejar de decir que debes de decir verdad. Pasa adelante y acorta el cuento, porque llevas camino de no acabar en dos días»

Los Álamos de Medina del Campo

La familia de los Álamos es muy conocida en Medina del Campo, más aún por aparecer en la novela más leída en el mundo. En un manuscrito guardado en la BNE, escrito en 1785 y titulado Noticias varias que se han recogido tocantes a la Historia de Medina del Campo, cuyo autor es Julián de Ayllón y la Vega, prior de la Insigne Iglesia Colegial de Medina del Campo, se describe minuciosamente la historia de la ciudad y la «Genealogía de algunas familias ilustres de la Villa de Medina del Campo». Ayllón anota al margen de quienes tomó notas: «Historiadores de Medina Lopez Osorio, Juan de Montalvo, Domingo de León».

En los folios 208 y 209 de este volumen encontramos la «Descendencia de la Familia apellidada de Alamos, sus armas son banda roxa en campo blancoLa familia de Alamos es tan antigua en Medina, que de todos es ignorado su principio, como sabida su nobleza, lustre, y calidad; de cuya sangre hai pocas familias que no hayan participado […] Hai calle entera de su apellido llamada de Juan de Alamos, todo indicios y evidencias de su gran calidad.»

Juan de Álamos el Bueno era hijo de Hernán González de Álamos y nieto de Diego González de Álamos «caballero de suma estimación en el Reinado del rei D. Alfonso el ultimo; y fue uno de aquellos, á quien armó caballero de la banda en las Huelgas de Burgos», origen de la familia de los Álamos. Hernán González de Álamos tuvo dos hijos: Juan y Francisca de Álamos. De Juan de Álamos anota Julián de Ayllón en el margen: «Juan de Alamos sirvió en la Conquista de Oran y Mazalquivir, siendo capitán de una compañía de hombres de armas y otra de infantería en 1505».

Julián de Ayllón respalda junto a cada nombre el lugar que ocupa en el linaje de la familia:

Este Juan de Alamos nº3 casó con Dª Leonor de Silva, natural de Ciudad Rodrigo, hija de D. Hernando de Silva; tuvieron por hijos á
Hernando de Alamos nº 5
Francisco de Silva nº 6
Ruy Lopez de Alamos nº 7
Antonio de Alamos nº 8
Dª Constanza de Silva nº 9

De la hermana de Juan de Álamos anota que «Dª Francisca de Alamos nº 4 casó con Pedro Morejon (Vease el apellido de Morejon nº 1) y fueron primogenitores de esta familia»

A continuación anota a los hijos de Juan de Álamos, sus matrimonios y descendencias:
Hernando de Alamos nº 5 … casó con Dª Isabel de Barrientos, hija de ::: tuvieron á Juan de Alamos y Barrientos nº 10.

Francisco de Silva nº 6… casó con Dª María Rejón, señora de esta casa, y la prosiguieron siguiendo sus hijos y descendientes el apellido de Rejon, como se advierte tratando de él. Este Francisco de Silva sirvió al Emperador en las guerras de Africa; cautivándole en ellas por cuyo rescate se dio á Gamaz, general del Turco.

Ruy Lopez de Alamos nº 7… fue caballero de justicia del habito de San Juan; no sabemos si llegó á encomendar.

Antonio de Alamos nº 8… casó con Dª Bernarda Morejon, [y tuvieron a d.] Hernando de Alamos nº 11
Dª Constanza de Silva, nº 9… casó con Francisco del Carrillo; y tuvieron a Dª Leonor de Silva nº 12

De los hijos de Juan de Álamos, que vivieron durante gran parte del siglo XVI, todos emparentaron con vástagos de familias ilustres de Medina del Campo, menos Ruy López de Álamos, de quien Julián de Ayllón desconoce su estado y descendencia:«Rui Lopez de Alamos nº7… fue caballero de justicia del habito de San Juan; no sabemos si llegó á encomendar»

Ayllón, cuando escribió esta minuciosa relación de las familias de Medina del Campo, conocía los datos que de esta familia había escrito Juan López Ossorio, entre 1614 y 1615. El manuscrito de López Ossorio, guardado en la Real Academia de la Historia, está recogido por Ildefonso Rodríguez y Fernandez en su Historia de la muy noble y leal y coronada Villa de Medina del campo (Madrid, 1903-1904). Ossorio tituló su manuscrito Ystoria titulada principio, grandeza y caída de la novle villa de medina del campo, fundación y nombre que a tenido hasta el tiempo presente por Juan Lopez Ossorio vecino della.

López Ossorio al hacer la crónica sobre la familia Rejón, de las importantes de Medina del Campo, emparentada con la de los Álamos con uno de los hijos de Juan de Álamos, anota:

Tuvo este caballero [Cristóbal Rejón] por su hija legítima, sucesora en su mayorazgo á Dª María Rejón, á quien casó con Francisco de Silva, que sucedió en los dichos cargos, y yendo el año [15]42 por orden del Emperador á la dicha Oran, á cosas de importancia y á la guerra que se había de hacer en el Reino de Tremecén, llevó consigo al Comendador Ruy Pérez de Silva, su legítimo hermano, Caballero de la Orden de San Juan, y á otros muchos criados suyos. Siete galeras de moros cautivaron al dicho Francisco de Silva, donde, por defensa suya, murió el Comendador, su hermano, y llevaron cautivo al dicho Francisco de Silva á Argel; costó su rescate 3.000 ducados y 3.000 fanegas de trigo, y porque este rescate tuviese efecto por quererle tanto el Emperador, ofreció además que le daría en trueque de su persona á Hali Hamete, General del Turco, que era cautivo de D. Ur.no de Mendoza, y el dicho Francisco de Silva, acabó la vida continuando estos servicios. Este caballero Francisco de Silva, fué hijo de un caballero principal y antiguo de Medina del Campo, llamado Juan de Alamos, él Bueno, y de Dª Leonor de Silva, natural de Ciudad Rodrigo, de la familia de los Silvas, tan principal y notoria en estos Reinos.

López Ossorio da por muerto en la campaña de Orán a uno de los Álamos, Ruy Pérez de Silva: «llevó consigo al Comendador Ruy Pérez de Silva, su legítimo hermano, Caballero de la Orden de San Juan, y á otros muchos criados suyos. Siete galeras de moros cautivaron al dicho Francisco de Silva, donde, por defensa suya, murió el Comendador, su hermano». Mientras que Ayllón, que lo apellida López de Álamos, desconoce su destino: «Rui Lopez de Alamos nº7… fue caballero de justicia del habito de San Juan; no sabemos si llegó á encomendar» En ninguna de las crónicas Ruy aparece desposado.

Sin duda alguna, ambos cronistas se están refiriendo a una misma persona, Ruy, un Álamo que muerto o ausente de la villa no dejó rastro en Medina del Campo. Solo este Álamo, Ruy Pérez o López, pudo contraer matrimonio tan largo de Medina del Campo como para que sus cronistas hayan perdido su rastro, si es que no murió realmente en las campaña en las costas africanas, como afirma López Ossorio.

Los Álamos en Alcázar de San Juan

¿Existió descendencia directa de la familia de los Álamos de Medina del Campo en Alcázar de San Juan antes de la escritura del Quijote? Según el cuento de Sancho sí:

Y el cuento que quiero decir es este: convidó un hidalgo de mi pueblo, muy rico y principal, porque venía de los Álamos de Medina del Campo, que casó con doña Mencía de Quiñones, que fue hija de don Alonso de Marañón, caballero del hábito de Santiago, que se ahogó en la Herradura … (Q2, 31)

Siguiendo el comienzo del cuento, si el Álamos de las crónicas de Medina del Campo es Ruy Pérez o López, y se establece, desconociendo los motivos, en Alcázar de San Juan, es más que posible que el apellido Álamos esté documentado en los archivos alcazareños. Sus descendientes también podrían llevar, según costumbre en Castilla, apellidos de los padres, solo del padre o de la madre, o de sus ascendientes directos, como el de los abuelos o bisabuelos. Por los posibles errores en las anotaciones he buscado tanto Álamos como Álamo, aunque bien pueden ser familias distintas.

La primera noticia documentada que se tiene de un Álamo en Alcázar de San Juan es la de un clérigo alcazareño que se embarca en Sevilla hacia América en 1528. En los fondos de la Casa de la Contratación de Indias creada en 1503, actualmente en el Archivo General de Indias de Sevilla, se conservan los documentos con las licencias para embarcar a América y Filipinas desde 1509, que han sido catalogados para su mejor uso. En el Catálogo de Pasajeros a Indias editado por el CSIC (1940) en el primer volumen (1509-1534) se recogen las papeletas de nueve alcazareños que fueron a América.

El 10 de abril de 1528 se da licencia para embarcar a «Garci Díaz, clérigo, natural de Alcázar de Consuegra, hijo de Diego del Alamo y de Marina Díaz». Este clérigo alcazareño fue nombrado primer obispo de Quito en 1546.

No hay registros de ningún otro Álamo o Álamos hasta los anotados en los libros sacramentales de la parroquia de Santa María. En el Concilio de Trento, celebrado entre los años 1545 y 1563, se ordena el «control y registro de los sacramentos» como una de las actividades propias de las parroquias. Así surgen los libros sacramentales y con ellos los archivos parroquiales.

En el siglo XVI existían en Alcázar de San Juan dos parroquias: Santa María la Mayor desde muy antiguo, siglo XIII, y Santa Quiteria instituida como tal en 1511. Ambas parroquias comenzaron a anotar, a partir de mediados del siglo XVI, en los libros sacramentales bautizos, confirmaciones, matrimonios y defunciones. Lamentablemente el archivo parroquial de Santa Quiteria desapareció durante la Guerra Civil Española (1936-1939), perdiéndose una gran parte de la historia alcazareña. El archivo parroquial de Santa María la Mayor, que se mantuvo en secreto durante la guerra, sí se conserva en un buen estado.
Ya en el Libro Primero de desposorios y velaciones, desde el 11 de junio de 1568 hasta el 7 de enero de 1635 hay constancia del apellido Álamo o Álamos.

El 24 de septiembre de 1568, Juan del Álamo es padrino de Alonso y Lucía «moriscos naturales del Reino de Granada».

Volvemos a encontrar a Juan del Álamo el 3 de octubre de 1571, esta vez como testigo, en las velaciones de Lorenzo de Buendía e Isabel Pérez «cristianos nuevos», y el 21 de julio de 1576, de nuevo como testigo de las velaciones de Miguel y Catalina Díaz.

En el folio 20 v aparece Juan del Álamo en la anotación de desposorio y velación de su hija María Díaz: «En 27 de octubre de 1578 años desposo y velo el padre Pedro Díaz a Juan Díaz Maroto hijo de Ruy Díaz Maroto y a María Díaz hija de Juan del Álamo…»

Hasta 1586 no aparece el apellido de los Álamos. En el folio 45, el 6 de noviembre de 1586 «desposo y velo el padre Roman a Juan García y a Catalina López hija de Alonso de los Alamos»

El 14 de enero de 1593 contraía matrimonio «Juan del Alamo hijo de Juan del Alamo y Mari Diaz hija de Juan Merino…»

Julián del Álamo aparece en la anotación tercera del folio 79: «yo Hernan Jimenez Roman desspose y vele a Alonso Diaz Moreno y a Ana Gomez hija de Julian del Alamo…»

Es ya entrado el siglo XVII cuando encontramos de nuevo a otro de los Álamos. La anotación dice así:

En 12 dias del mes de enero del año de 1609 desposo el padre fray Juan Roman y belo a Francisco García de los Alamos y a Mari Diaz hija de Juan Lorenzo batanero fue su padrino Bernabe de Resa y doña Catalina Roman su mujer testigos Juan Roman y Jeronimo Romero y Cristobal de Leon y lo firmo el dicho fray Juan. Padre Juan Roman.

Es significativo que el padrino de este desposorio fuese un Resa, familia que veremos emparentada con los Marañón más adelante.

En el Libro Primero de Bautismos (1556-1635), muy consultado por tener entre sus inscripciones la de un Miguel, hijo de Blas de Cervantes Saavedra bautizado el 9 de noviembre de 1558, del que la tradición alcazareña dice ser el autor del Quijote, aparece en 1562 el bautizo de Catalina, una hija de Alonso García de los Álamos e Inés López.

Dice así la inscripción:

En once días del del mes de maio de mil e quinientos y sesenta y dos años cristiano el padre Galan una hija de Alonso Garcia de los Alamos y de su mujer Ynes Lopez dixose Catalina fue conpadre de pila Juan de Meco y su mujer acompañados de Sebastian Sanchez y Pero Muñoz Parrado y sus mujeres.

Como evidencian los archivos, durante el siglo XVI en Alcázar de San Juan, al menos en los que se conservan de Santa María, hay constancia de apellidos «de Álamo» y «de los Álamos».

La familia Marañón en Alcázar de San Juan

De la familia Marañón, aunque es una familia muy antigua en Alcázar de San Juan, en esta parroquia de Santa María hay muy pocas anotaciones. Está documentado que la casa de la familia Marañón se encontraba en la conocida Calle de Resa, hoy Calle Canalejas, adscrita a la parroquia de Santa Quiteria. Es en los libros de esta parroquia donde se encontrarían anotados los bautizos, desposorios y defunciones de esta familia.

No obstante, en los archivo de Santa María aparece por primera vez el apellido Marañón en el desposorio de Francisco Pérez Marañón con una hija del doctor Valdivieso, de familia muy importante en Alcázar de San Juan.

En el folio 100 al margen se lee «Francisco Perez Marañon». La anotación dice:

En 28 de febrero de 1601 años yo fray Juan de Valdivieso despose a Francisco Perez Marañon y a doña Paula de Valdivieso hija del doctor Valdivieso velolos el padre fray Alonso de Valdivieso fue su padrino Diego de Ubeda y Ana Romero su mujer. Testigos Alonso Diaz de Villamayor [y] Cristóbal Diaz de Leon.

El 18 de febrero de 1607 «Alonso [Francisco] Pérez Marañon y su mujer doña Paula» fueron padrinos de Juan de Caliztón e Inés Díaz «cristianos nuevos». Es muy posible que el nombre de Alonso sea un error de quien hizo el registro y corresponda al de Francisco, al ser el esposo de doña Paula de Valdivieso, como afirma el anterior registro.

En el Archivo Histórico Municipal de Alcázar de San Juan se conservan los libros de actas de las reuniones de los alcaldes y regidores de la villa, donde encontramos a Francisco Pérez Marañón, un hidalgo con el cargo de alcalde por el estado noble. En el primer libro, de 1599 a 1609, en folio 210 v. se nombran Comisarios de las Yglesias el 1 de diciembre de 1604. Parte del acta dice así: «Primeramente nombraron para comisarios de la iglesia de santa Maria a los señores Francisco Perez Marañon alcalde y al licenciado Perez Cencerrado y Francisco Hidalgo regidores…»

Unos meses más tarde, en julio de 1605, se vuelve a comisionar al alcalde Francisco Pérez Marañón para que compre trigo y cebada para el pósito del municipio. En el folio 232 podemos leer:

En la Villa de Alcaçar a trece días del mes de julio de mil y seiscientos y cinco años los alcaldes y regidores que abajo firmaron sus nombres, estando juntos en la torre de su ayuntamiento a campana tañida como lo tienen de costumbre, dijeron que se les a dado noticia que cerca desta villa en los lugares de su comarca ay personas que tratan de vender algunas partidas de candeal y cevada, y por aver necesidad de pan en esta villa y ser cosa conveniente conprarlo para la provisión del posito acordaron que Francisco Perez Marañon Alcalde ordinario les baya ahacer las compras que pudiere con la mayor comodidad y aprovechamiento del posito que fuere posible y asiente y concierte con los dueños del pan al precio o precios que se les vaya de pagar.

Francisco Pérez Marañón fue alcalde de la villa de Alcázar hasta final de 1606, siendo comisionado en varias ocasiones, e incluso metido preso en la torre del ayuntamiento por el gobernador del prior de San Juan, ante las denuncias de la villa contra este gobernador por quebrantar la primera instancia, privilegio que tenía la villa.

Descendientes directos son Alonso y Francisco Pérez Marañón, alcalde ordinario de la villa en 1664. Ambos se desposan con mujeres de familias muy importantes de Alcázar de San Juan. Alonso con Margarita Resa Orozco y Francisco con Isabel Saavedra.

Un hijo del matrimonio formado por Alonso Pérez Marañón y Margarita Resa Orozco es Francisco Resa Orozco, quien mantuvo cargos como regidor (1697) y alcalde ordinario (1702 y 1703) en el ayuntamiento de Alcázar de San Juan. De su matrimonio con Serafina Aguilera nacen Francisco José de Resa Marañón y Alonso José Marañón y Aguilera.

Del matrimonio de Francisco Pérez Marañón e Isabel Saavedra conocemos a Juan Saavedra. Hijos de este son Juan Antonio y Francisco Antonio Saavedra y Marañón.


A estos últimos miembros relacionados de la familia Marañón los hallamos en los documentos detalladísimos que se tuvieron que elaborar entre 1752 y 1753 para el conocido como Catastro de Ensenada, con el fin de averiguar «los Bienes y Efectos en que pueda fundarse una sola Contribución»

Alonso José Marañón y Aguilar firmaba entre los alcaldes y regidores a la instancia del juez encargado de las diligencias don Alonso de Zamora Aguilar, en agosto de 1752.

Para la ejecución de los registros que se tuvieron que realizar a todos los vecinos de Alcázar de San Juan, se reunieron en septiembre de 1752 en el ayuntamiento «los señores Don Diego Moreno Barchino y Don Manuel Guerrero y Romero, Alcaldes Ordinarios, en ambos estados; Don Juan José Guerrero, Don Pedro Sanchez Berenguillo y Don Alonso Marañon y Aguilera, Regidores…» para nombrar a los comisarios necesarios entre el estado noble y el estado general.

Terminadas todas las diligencias en mayo de 1753, el Consejo de Justicia y Regimiento de Alcázar de San Juan firmó el certificado de no haber cargado el juez maravedís por su salario a las cuentas de la villa. Ya se había renovado el ayuntamiento y entre los alcaldes y regidores se encuentran las firmas de Don Francisco Antonio Saavedra y Marañón y Don Francisco José de Resa y Marañón.

Juan Antonio Saavedra y Marañón declara ser clérigo de órdenes menores y está relacionada su importantísima hacienda en los Memoriales de eclesiásticos, elaborados para el mismo fin en esta villa de Alcázar de San Juan, firmándola él mismo en febrero de 1753.

Francisco José de Resa y Marañón, Alonso José Marañón y Aguilera y Francisco Antonio Saavedra y Marañón están relacionados como hijos dalgo en el Libro de Bienes de Seglares. La hacienda de cada uno de los tres está relacionada minuciosamente en este libro, así como el personal que tenían a su cargo para la labor de las tierras, el cuidado del ganado y el servicio en las casas.

En las minutas realizadas en 1884 por los topógrafos del Instituto Geográfico y Estadístico, delinearon el Carril de la Casa de Marañón y marcaron una construcción con el topónimo de Casa de Marañón. Esta casa de labor está muy cerca del Río Gigüela y del molino harinero del que fue propietaria la familia Marañón, como recogen las Respuestas Generales en 1753: «[molino] que se dice Hernando Diaz, en el dicho río y una legua de distancia, con tres piedras el que pertenece a Dª Theresa Bernarda, vecina de la Solana; a D. Francisco Marañón, vecino de esta villa…».

Es muy significativo que en la relación de todos los vecinos de la villa de Alcázar de San Juan en 1753, no aparezca ninguno nombrado con el apellido del Álamo o de los Álamos.

Conclusiones del cuento

«…convidó un hidalgo de mi pueblo, muy rico y principal, porque venía de los Álamos de Medina del Campo, que casó con doña Mencía de Quiñones, que fue hija de don Alonso de Marañón, caballero del hábito de Santiago, que se ahogó en la Herradura…». Estos detalles del cuento de Sancho no eran necesarios para la enseñanza moral final que desprende. Cervantes lo alarga premeditadamente, «con apacibilidad de estilo y con ingeniosa invención, que tire lo más que fuere posible a la verdad», proporcionándole así la credibilidad que buscaba en la novela.

Con los datos que se guardan en los archivos de Alcázar de San Juan, donde encontramos Álamos y Marañones, cabe aquí la pregunta: ¿Es un ingenioso artificio de Cervantes o verdaderamente todo el cuento fue real, siendo sus actores personas de carne y hueso de Alcázar de San Juan?

Volvamos al inicio del cuento, donde quizás está el principio de la respuesta: «Convidó un hidalgo de mi pueblo, muy rico y principal, porque venía de los Álamos de Medina del Campo». De los hijos de Juan de Álamos el Bueno, de todos está documentada su descendencia en Medina del Campo excepto de Ruy Pérez de Silva o López de Álamos, del que los cronistas medinenses ni se ponen de acuerdo en sus apellidos y mucho menos sobre su vida. Mientras uno lo da por muerto en África, otro dice que «no sabemos si llegó á encomendar», sin más. Lo que es evidente es que no contrae matrimonio en Medina del Campo, ni deja allí descendencia alguna. Es, por tanto, posible que Ruy Pérez de Silva o López de Álamos, «de los Álamos de Medina del Campo» llegase por alguna circunstancia desconocida a Alcázar de San Juan. De ser así, su apellido ascendiente «de Álamos» está documentado en los archivos alcazareños.

Sigamos con el cuento: «que casó con doña Mencía de Quiñones, que fue hija de don Alonso de Marañón». También es evidente la existencia de la familia Marañón dentro de los hidalgos alcazareños desde el siglo XVI al siglo XVIII. La familia Marañón tenía sus casas en la potestad de la parroquia de Santa Quiteria, por lo que al haberse quemado sus archivos parroquiales durante la Guerra Civil no es posible verificar hoy nada sobre bautizos o matrimonios desde la segunda mitad del siglo XVI en esta parroquia.

De haberse producido esta unión real entre las familias Álamos y Marañón, descendientes de ella podrían tener los apellidos Álamos Marañón, López Marañón, Pérez Marañón o incluso Silva Marañón, en este orden entre ellos o al revés. En 1606, en las actas del ayuntamiento de Alcázar de San Juan, está documentado el hidalgo Francisco Pérez Marañón como alcalde ordinario por el estado noble. Hijo de este fue Alonso Pérez Marañón, en el que encontramos tanto el nombre como el apellido de «don Alonso de Marañón, caballero del hábito de Santiago, que se ahogó en la Herradura».

La tragedia en La Herradura es un hecho histórico en el que perdieron la vida ahogados muchas personas. ¿Estaba entre ellas don Alonso de Marañón, un vecino de Alcázar de San Juan?

A día de hoy no hemos podido encontrar ninguna evidencia de ello. Las arquillas y baúles con documentos que arrojó el mar a la playa de La Herradura después del naufragio se quemaron en incendios de los archivos en los que se depositaron. Si don Alonso de Marañón embarcó en Valencia, Cartagena o Málaga para cumplir los seis meses de servicio obligatorio en galeras, para los caballeros de la Orden de Santiago, posiblemente nunca aparezca documento alguno. Si lo hizo en Italia, antes de partir la escuadra hacia España, quizás se encuentre en la relación nominal de los militares embarcados en los Archivos Estatales de Nápoles, aunque estos durante la Segunda Guerra Mundial también resultaron seriamente dañados.

Otro apellido en el cuento es el de Quiñones: «…que casó con doña Mencía de Quiñones, que fue hija de don Alonso de Marañón» ¿Tomó la hija de don Alonso de Marañón este apellido por parte de la madre o de algún antepasado paterno o materno?

De la misma época de la escritura del Quijote encontramos a María de Quiñones. La anotación de su desposorio dice:

En cuatro días del mes de marzo de mil y seiscientos y doce años yo Pedro Delgado despose y bele a Ignacio de Azbicola natural de Leoncillo de las montañas de Leon y a Maria de Quiñones hija de Alonso Sanchez Cotan fue padrino Juan Delgado y su mujer. Firma Pedro Delgado

A destacar en esta anotación es que María de Quiñones era hija de un Sánchez Cotán, familia significativa de Alcázar de San Juan. Y también la expresión del escribano «de las montañas de León», empleada por Cervantes para definir el origen del capitán Cautivo: «En un lugar de las montañas de León tuvo principio mi linaje…» (Q1, 39)

Muy pocas referencias hay de este apellido en los archivos parroquiales de Santa María. Sin embargo, también es un apellido muy conocido a principios del siglo XVII en Alcázar de San Juan. Ángel Ligero Móstoles, dentro de sus valiosísimas investigaciones sobre Cervantes y el Quijote, averiguó que los alcazareños Antonio y Cristóbal de Quiñones estuvieron al cargo y como capellanes, nombrados por su fundadora doña Francisca Romero Gaytán, en la construcción del convento de las Monjas Trinitarias Descalzas de Madrid, entre 1612 y 1613.

En un artículo publicado en abril de 2016, Francisco J. Atienza Santiago y José F. Sánchez Ruiz resumían los documentos recopilados por Ligero, entre ellos los depositados en el Archivo de Protocolos Notariales de Madrid en el que hay «una carta de poder de fecha 3 de octubre de 1612 donde Francisca autoriza al licenciado alcazareño don Antonio de Quiñones para tomar a censo, de 20000 el millar, 7000 ducados de principal, sobre sus juros y tierras».

En la primera escritura de fundación del convento, de octubre de 1612, doña Francisca Romero dice que «… desde ahora nombro por uno de los dichos capellanes al licenciado Antonio de Quiñones, clérigo, por todos los días de su vida…» Un mes después en una carta de poder dirigida a Alonso Torres para que gestionara en Roma las autorizaciones necesarias para la construcción del convento, son «Testigos que fueron presentes los susodichos el licenciado Antonio de Quiñones de Alcázar y Cristóbal de Quiñones de Alcázar y Pedro Guertas, vecinos y residentes de esta dicha villa…»

Al poco de haberse terminado el convento, Cervantes era enterrado en él sin saberlo la fundadora, que prohibía en los estatutos de fundación del convento enterramientos que no fuesen de su familia, monjas y capellanes del convento. Atienza y Sánchez terminan su artículo con esta «enorme pregunta»: «¿Por qué se entierra a Cervantes en el convento de las Trinitarias Descalzas de Madrid? Si la familia Cervantes no está entre las familias con derecho a ser enterradas, según el documento fundacional»

Contesto con esta otra pregunta: ¿Fueron estos Quiñones, alcazareños, quienes autorizaron su inhumación entre sus muros a espaldas de su fundadora?

Es difícil saber hoy si a Miguel de Cervantes Saavedra le unía algún lazo con la familia alcazareña de los Álamos, Marañón y Quiñones en la segunda mitad del siglo XVI y principios del XVII. Que conoce la pérdida del caballero don Alonso de Marañón en La Herradura y que una hija suya se casa con un Álamo de Medina del Campo, no cabe duda.

Probablemente nunca conoceremos la razón de nombrar en el Quijote estos nombres y hechos reales en el cuento de Sancho, pero … «por el hilo se sacará el ovillo». Si algún vecino de Alcázar de San Juan de principios del siglo XVII tuvo entre sus manos un Quijote y leyó este cuento no tendría dudas del nombre del lugar de don Quijote, que Cervantes no quiso acordarse.

Nota final para los curiosos: En la consulta de los Archivos Parroquiales de Santa María y del Archivo Histórico Municipal de Alcázar de San Juan, de mitad del siglo XVI hasta mitad del siglo XVII, son innumerables las anotaciones correspondientes a los apellidos Cervantes y Saavedra, que darían para un extensísimo artículo. Apellidos que han llegado hasta nuestros días.

Bibliografía y archivos consultados:

-Ayllón de la Vega, Julián. Noticias varias que se han recogido tocantes a la Historia de Medina del Campo, 1785, Biblioteca Digital Hispánica, BNE.

-Rodríguez y Fernández, Ildefonso. Historia de la muy noble y leal y coronada Villa de Medina del Campo, Madrid 1903-1904, Biblioteca Digital de Castilla y León.

-Calero Palacios, María del Carmen. Naufragio de la Armada Española en La Herradura. Diputación de Granada. Granada 1974.

Libro de acuerdos y actas 1599-1609, Memoriales de eclesiásticos 1753, Bienes de legos o seglares 1753, Personal de legos y seglares 1753. Archivo Histórico Municipal de Alcázar de San Juan.

Libro Primero de Bautismos 1556-1635, Libro Primero de Desposorios y Velaciones 1568-1635, Archivo Parroquial de Santa María de Alcázar de San Juan.

https://alcazarlugardedonquijote.wordpress.com/2022/03/07/el-sastre-del-cantillo-en-el-principio-del-quijote/

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Luis Miguel Román Alhambra

Publicado en Alcázar Lugar de don Quijote

El sastre del cantillo, en el principio del Quijote

Cervantes en el Quijote incorpora multitud de refranes, proverbios y sentencias de uso cotidiano de su época. Muchos han llegado hasta nuestros días como: El sastre del cantillo, que cosía de balde y ponía el hilo. El significado de este refrán lo encontramos en el refranero del Centro Virtual Cervantes: «Alude a quien presta servicio sin obtener beneficios e incluso con alguna pérdida…». En tiempo de la escritura del Quijote, Sebastián de Cobarruvias en su Tesoro de la Lengua Castellana (1611) indica en la palabra sastre que es «el oficial de cortar ropas y vestidos», y apunta entre los proverbios de uso con esta palabra: «El sastre del campillo, o del cantillo, que ponía de su casa el hilo».

Mientras se quemaba las cejas a la luz de una vela escribiendo el Quijote, a Cervantes este refrán le rondó la cabeza. Quizás, por este viejo proverbio del sastre del cantillo se alumbró esta fábula inmortal tal y como la conocemos, «…y si no, al freír de los huevos lo verás», como diría Sancho Panza llegando a este punto.

A principios del siglo XVII Lope de Vega vende todo el teatro que sale de su pluma, dejando poco negocio, y menos dinero, para los demás colegas de profesión. Sin nombrarlo, Cervantes asume la excelente pluma y el éxito de Lope, aunque cree que algunas de sus comedias podrían haber sido aún mejores si no hubiese sido por las exigencias de los representantes de los teatros adonde se representaban, con la tinta todavía fresca:

Y que esto sea verdad, véese por muchas e infinitas comedias que ha compuesto un felicísimo ingenio destos reinos con tanta gala, con tanto donaire, con tan elegante verso, con tan buenas razones, con tan graves sentencias, y, finalmente, tan llenas de elocución y alteza de estilo, que tiene lleno el mundo de su fama; y por querer acomodarse al gusto de los representantes no han llegado todas, como han llegado algunas, al punto de la perfección que requieren. (Q1, 48)

Los demás autores del momento tenían que acomodar su estilo a lo que los representantes les pedían, y así, al menos, poder comer caliente unos días. Cervantes, buen conocedor de lo que está pasando, les disculpa:

Y no tienen la culpa desto los poetas que las componen, porque algunos hay dellos que conocen muy bien en lo que yerran y saben estremadamente lo que deben hacer; pero como las comedias se han hecho mercadería vendible, dicen, y dicen verdad, que los representantes no se las comprarían si no fuesen de aquel jaez, y así, el poeta procura acomodarse con lo que el representante que le ha de pagar su obra le pide. (Q1, 48)

Cervantes y su familia tenían que comer, vestir y pagar la renta de su casa, y con los ingresos por el teatro que representaba no llegaba para estas necesidades. Tenía que abandonar su apreciado teatro y escribir una novela del gusto de la mayoría que le granjease dinero y fama. El Quijote subsanó, en parte, sus penurias, aunque si bien no le dio mucho dinero sí le dio la honra y la fama que buscaba. Pero hasta escribir el «Vale» final tuvo que crear una nueva forma de narrar historias, inédita hasta el momento, que ha llegado hasta los autores actuales. Era consciente que escribiendo una simple y manida novela de caballerías no seduciría a los lectores, por lo que ingenia unos discretos artificios, o recursos literarios cómo ahora se denominan, para obtener que su nueva obra se leyese por todo el mundo.

No tuvo que serle nada fácil. Sus dudas iniciales las confiesa por boca del canónigo de Toledo. Su primera intención fue hacer el Quijote con la estructura de un libro de caballerías: 

… he tenido cierta tentación de hacer un libro de caballerías, guardando en él todos los puntos que he significado; y si he de confesar la verdad, tengo escritas más de cien hojas, y para hacer la experiencia de si correspondían a mi estimación las he comunicado con hombres apasionados desta leyenda, dotos y discretos, y con otros ignorantes, que sólo atienden al gusto de oír disparates, y de todos he hallado una agradable aprobación;  pero, con todo esto, no he proseguido adelante, así por parecerme que hago cosa ajena de mi profesión como por ver que es más el número de los simples que de los prudentes, y que, puesto que es mejor ser loado de los pocos sabios que burlado de los muchos necios, no quiero sujetarme al confuso juicio del desvanecido vulgo, a quien por la mayor parte toca leer semejantes libros. (Q1, 48)

No le convence simplemente «hacer un libro de caballerías», sabiendo que aunque bueno solo lo vendería para el «desvanecido vulgo» y poco más. Es ya una persona mayor y en su cabeza tiene mil historias y cuentos, vivencias personales y fábulas oídas junto al fuego de las muchas ventas en las que tuvo que pasar las noches de camino. No quiere escribir «cuentos disparatados que atienden solamente a deleitar…», donde «un mozo de diez y seis años da una cuchillada a un gigante como una torre y le divide en dos mitades, como si fuera de alfeñique…» o el espacio-tiempo es imposible donde «una gran torre llena de caballeros va por la mar adelante, como nave con próspero viento, y hoy anochece en Lombardía y mañana amanezca en tierras del preste Juan de las Indias, o en otras que ni las descubrió Tolomeo ni las vio Marco Polo…».

Abandona lo que tiene escrito, o quizás lo recicle después como hizo con otras novelitas o cuentos que ya tenía escritos, y decide hacer sin probaturas, no tiene tiempo para eso, un libro:

… hecho con apacibilidad de estilo y con ingeniosa invención, que tire lo más que fuere posible a la verdad, sin duda compondrá una tela de varios y hermosos lizos tejida, que, después de acabada, tal perfeción y hermosura muestre, que consiga el fin mejor que se pretende en los escritos, que es enseñar y deleitar juntamente, como ya tengo dicho. (Q1, 47)

Sabe el gusto de los muchos lectores de novelas de caballerías, que como las comedias que se representaban «todas o las más son conocidos disparates y cosas que no llevan pies ni cabeza», pero también reconoce «que las que llevan traza y siguen la fábula como el arte pide no sirven sino para cuatro discretos que las entienden»Por lo que su invento literario tiene que satisfacer a todos, a «discretos e ignorantes», para evitar, según define él, que «al cabo de haberme quemado las cejas por guardar los preceptos referidos, que vendré a ser el sastre del cantillo». Tenía que ingeniar de cabo a rabo, para no ser aquel sastre del cantillo que ponía de su casa el hilo, una novela que fuese leída con agrado por mucha gente de toda condición, tanto por los discretos como por el vulgo, porque solo con la fama no se comía. 

Cervantes cose sus cuentos, invención suya o reciclando los escuchados, con personajes reales, cotidianos, hilvanándolos todos y cada uno con el sutil hilo del espacio conocido y el tiempo real. Cambia las formas de los antiguos libros de caballerías en las que el lector tenía que trasladarse mentalmente al tiempo del protagonista, a los lejanos siglos XII-XIV, creando un novedoso libro de caballerías en el que es el antiguo caballero andante el que se traslada a principios del siglo XVII. Elige para su protagonista la figura de Alonso, un hidalgo manchego normal de su tiempo, el Renacimiento, que se comportará como un antiguo caballero andante del Medievo durante las aventuras en la figura de don Quijote, llevándolo por caminos y parajes reales, haciendo así el Quijote verosímil y creíble para sus lectores. De no haberlo hecho así, su libro de caballerías no habría trascendido hasta nuestros días como el Quijote.

En sus mismas palabras quiso escribir un libro «… hecho con apacibilidad de estilo y con ingeniosa invención, que tire lo más posible a la verdad», ¡y todavía hay quienes afirman, contradiciendo al mismísimo autor, que todo en el Quijote es ficción!

Este artículo lo escribo en Alcázar de San Juan, «cerca de El Toboso», entre Tembleque, Quintanar, Argamasilla de Alba y Puerto Lápice, a una legua de los molinos de viento de Campo de Criptana, y no muy lejos de las Lagunas de Ruidera y la Cueva de Montesinos, lugares y parajes reales de la Mancha de don Quijote.

Doy fe de ello.

                                                              Luis Miguel Román Alhambra

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Sancho Panza protagonista del concurso de relatos de la Sociedad Cervantina Alcazareña

La Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan de manera conjunta con el Patronato Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Alcázar han organizado el Primer Concurso de Relatos Breves “El Legado de Sancho Panza” para homenajear la sapiencia y la retranca de uno de los personajes más famosos de la literatura universal

Alcázar de San Juan, 2 de marzo de 2022.- Enmarcado en la amplia y diversa programación de la Feria de los Sabores preparada para este año, tendrá lugar la IV Mesa Redonda Cervantina que llevará por título “La gastronomía del Quijote en el siglo XXI” que estará organizada y coordinada por la Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan.

Este acto cultural se cerrará con el fallo del jurado del Primer Concurso de Relatos Breves “El legado de Sancho Panza” que es de carácter internacional y que queda convocado en este momento.

Este concurso -organizado por la SCA de forma conjunta con el Patronato Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Alcázar de San Juan- ya ha abierto su plazo de recepción de obras que finalizará el 30 de marzo a las 23:59 horas, debiendo enviarse los trabajos concursantes a la dirección de correo electrónico: info@cervantesalcazar.com

Contará con tres premios en metálico de 300 euros para el primer clasificado, 200 euros para el segundo y 100 euros para el tercero. Los diez trabajos finalistas recibirán un diploma acreditativo.

Desde Alcázar de San Juan animamos a los creadores de todo el mundo a que envíen sus creaciones cuyo tema del relato será libre, debiendo estar escrito en castellano. Se pide una narración, cuento, aventura, conversación, disertación, monólogo, enseñanza, análisis, reflexión o pensamiento -con Sancho Panza formando parte del relato-, que podrá tratar sobre el Quijote o también desarrollando un comentario sobre cualquier tema de actualidad o de cualquier otra época y lugar.

Las bases completas se encuentran en la web de la Sociedad Cervantina: https://cervantesalcazar.com/files/bases_relato_sancho.pdf

Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan