Alcázar de San Juan confinada durante la escritura del Quijote

 

El confinamiento es la mejor manera de combatir eficazmente la pandemia del COVID-19. Esta medida de aislamiento social, que parece novedosa o fruto de la imaginación de políticos iluminados por el conocimiento médico, no es nueva.

Las epidemias han tenido presencia durante toda la historia de la humanidad, diezmando a la población en algunos de los casos,  coincidiendo o siendo inicio de una crisis económica y demográfica. En tiempos de Cervantes, la peste y el tifus coincidían con largas sequías o plagas de langosta que hacían improductivos los campos de Castilla. Mateo Alemán, coetáneo de Cervantes, describía en su Guzmán de Alfarache la triste realidad que les tocó vivir: “Líbrete Dios de la enfermedad que baja de Castilla y del hambre que sube de Andalucía”, o al revés.

Durante la segunda mitad del siglo XVI la peste deambulaba por toda España a su antojo, siendo su “pico” entre los años 1598 y 1603, precisamente cuando Cervantes escribía la primera parte de su Quijote. Las cifras “oficiales” fueron de 500.000 muertos, aunque las reales fueron mucho mayores.

El rey Felipe II, ante esta gran pandemia, encarga a su médico de cámara, Luis de Mercado, un diagnóstico y, lo más importante, un remedio. Mercado escribe el Libro en que se trata con claridad la naturaleza, causas, prouidecia, y verdadera orden y modo de curar la enfermedad vulgar, y peste que en estos años se ha diuulgado por toda España (Madrid, 1599). En este tratado médico llega a la conclusión que la prevención, mediante el aislamiento de la población, es la mejor medicina que había encontrado. Recetando que se controlase, impidiendo si fuese necesario, la entrada a los lugares de personas o viajeros que manifestasen los síntomas de la enfermedad, o que, simplemente, procediesen de zonas en las que la peste estaba siendo más virulenta.

La villa de Alcázar de San Juan no fue ajena a la enfermedad y dispuso de medidas excepcionales para prevenir a su población de la peste. En 1601, un “repunte”, especialmente en la ciudad de Sevilla, hizo que los alcaldes y regidores de la villa alcazareña se reuniesen en la torre del ayuntamiento para evaluar la situación y tomar un acuerdo que salvaguardase la salud de sus vecinos, decidiendo cercar mediante una tapia toda la villa, que en aquellos tiempos contaba con “dos mil vecinos”, unos 9.000 habitantes.

En el Libro de Actas y Acuerdos Municipales (1599-1603) que se conserva en el Archivo Histórico Municipal de Alcázar de San Juan se conserva un acta que dice textualmente:     “En la villa de Alcazar a once días del mes de julio de mil e seiscientos e un años estando en la sala de ayuntamiento desta dicha villa juntos como lo tienen de costumbre los señores alcaldes y regidores que aquí firmaron sus nombres para proveer y platicar las cosas tocantes al bien publico desta villa, dijeron que en la ciudad de Toledo, Granada y Valladolid Corte de su Majestad y otras ciudades, villas y lugares del Reino, se guardan con mucho cuydado de muchas partes questan apestados, de cuya causa, sea acordado questa villa se guarde y por haber en ella muchos arrabales y calles que para se guardar de la dicha peste, como conviene, es necesario que se tapien y cierren y que no queden sino quatro puertas por donde puedan entrar y salir los que vinieren con las demás de las partes que no estén apestadas, para que con mas facilidad se pueda guardar. Y de causa de no tener esta villa propios, por estar empeñada, de causa de los pleitos que tienen pendientes en Corte de Su Majestad, y en la ciudad de Granada, acordaron y mandaron que se tome dinero prestado que para hacer la cerca y atajar las calles y portillos que es necesario cerrarse, como se acostumbrado a ataxar en semejantes ocasiones, de Juan Díaz Guerrero, depositario de los maravedís de la bellota, que  entretanto que se trae facultad rreal para que se pueda gastar del dicho dinero lo que fueren e menester gastar en lo susodicho. Y nombraron a Francisco López del Quintanar, alguacil mayor, para que alquile obradas para traer tierras para hacer las dichas tapias y las haga hacer. Y ansi lo mandaron y firmaron”.

detalle del acta

De esta forma, los alcaldes y regidores de Alcázar de San Juan, tomaron la mejor medida conocida contra una pandemia, y que ha llegado hasta hoy, aislar a su población de un posible contagio. Como podemos leer en el acta, la villa no pasaba por sus mejores momentos de tesorería por lo que tuvieron que pedir prestado el dinero para hacer una cerca de tapial y las cuatro puertas de control que se cerraban por las noches. La longitud de la cerca fue de unos doce mil pies castellanos, unos 3,6 Km, El gasto en carros de tierra, albañiles y peones fue muy grande, pero se evitó centenares o miles de muertos entre sus vecinos.

El dinero para pagar esta cerca se dispuso de uno de los recursos económicos más importantes de la villa alcazareña: la bellota de sus montes. Hoy es casi imposible apreciar una encina en su término,  pero en tiempos de la escritura del Quijote contaba la villa  con tres grandes montes públicos: la dehesa de Villacentenos, y los montes del Acebrón y el Arenal. Estos montes, además de leña, producían grandes cantidades de bellotas muy apreciadas en la comarca, y que con su venta se generaba una buena cantidad de maravedís.

Los alcaldes y regidores que formaban el ayuntamiento de Alcázar de San Juan en 1601, que se reunían en la sala de la torre del ayuntamiento “para proveer y platicar las cosas tocantes al bien público desta villa” cuando el alguacil los llamaba con la campana de la torre, ante las noticias de la propagación de la peste en España tomaron la decisión de salvaguardar la salud de sus vecinos, aún sin contar con los “propios” para hacerlo, tomando prestado el dinero proveniente de la venta de la bellota de sus montes.

Alcázar de San Juan es hoy muy conocida por un dulce que las monjas clarisas comenzaron a fabricar en su convento alcazareño, bien entrado el siglo XVII: las tortas de bizcocho o “tortas de Alcázar”. Pero a principios del siglo XVII, la villa era conocida por sus bellotas. Tanto es así que Cervantes también las aprovecha para inmortalizarlas en el Quijote.  La duquesa, en la carta que envía a la mujer de Sancho, le pide que le envíe de vuelta con su paje ¡dos docenas de bellotas!: “Dícenme, que en ese lugar hay bellotas gordas, envíeme hasta dos docenas, que las estimaré en mucho por ser de su mano […]” (Q2, 50). Las “bellotas gordas” de sus montes, otra imagen de Alcázar de San Juan en el Quijote, que alguna vez quedó en la retina de Cervantes.

Como en tiempos de la escritura del Quijote, Alcázar está confinada por el bien común de sus vecinos, del resto de la Mancha y España, aunque el precio que se está pagando en vidas de sus vecinos está siendo muy alto. Aislarse es la solución, como lo prescribió Luis de Mercado en 1599. Puede ser el COVID-19 una nueva enfermedad contagiosa, pero no su prevención, que por muy costosa que sea es infinitamente menor que su cura. El “cercarse” o confinarse antes de los primeros contagios, como lo mandaron hacer los alcaldes y regidores alcazareños en 1601, habría salvado miles de fallecidos en toda España y en el mundo. De nuevo, la enfermedad y las “malas cosechas” en el horizonte cercano podrían haberse evitado habiendo ordenado nuestros gobernantes un confinamiento preventivo cuando los primeros contagios se conocieron en cada territorio. La historia demostrará su gravísimo error. Las vidas perdidas y las familias rotas, sin haber podido despedirse de sus seres queridos, tienen ahora un altísimo precio.  El coste en empleos y en empresas también lo será, como en centenares de miles de familias que verán minimizada su economía. El COVID-19 ha evidenciado que no todos los gobernantes anteponen la salud de sus vecinos a cualquier otro interés.

No fue así en los alcaldes y regidores alcazareños en 1601. No todos los alcaldes y regidores estuvieron presentes y firmaron el acta. Aunque la campana se tañía con fuerza, algunos de estos trabajaban en el campo como agricultores, era tiempo de siega, o en sus oficios, no dándoles tiempo a llegar al ayuntamiento, a costa de las multas que se les imponían si la ausencia no estaba debidamente justificada. En recuerdo de todos los alcaldes y regidores que componían aquel ayuntamiento alcazareño, que tantas vidas salvaron, estos eran sus nombres y apellidos, algunos muy vinculados con el autor del QuijoteAntonio de Briones, Juan Hidalgo de las Beatas, Martín de Salcedo, Francisco Hidalgo Saavedra, Pedro Lopez de Villacañas, Cristóbal de Cervantes, Gonzalo Tardío, Pedro Díaz Maroto, Ruy García de Asensio, Pedro Vela, Juan Vela y Alonso García Negrillo.

                                                                                 Luis Miguel Román Alhambra 

Alcázar de San Juan y sus hospitales

REAL CÉDULA

Ahora, que desgraciadamente la COVID-19 ha puesto de plena actualidad el problema de la salud pública, es un buen momento para repasar,  de la mano de sus hospitales, cómo ha evolucionado la historia asistencial de Alcázar de San Juan

Sabemos que en el año 1084 unos comerciantes de la ciudad de Amalfi, reino de Nápoles, fundaron en Jerusalén un hospital bajo la advocación de San Juan Bautista, cuyo principal objetivo era el de atender a los peregrinos que enfermaban durante su visita a los Santos Lugares. En 1113, gracias a las importantes donaciones que le hizo Godofredo de Bouillón y a la afiliación de muchos caballeros que habían participado en la Primera Cruzada (1095-1099), tomó forma de Congregación y en el año 1118, el Pontífice Gelasio II dio su conformidad a una petición por la que “los miembros del Hospital declaran su voluntad de dedicarse al servicio de los enfermos y pobres”.

En 1137 Raimundo de Puy redacta la Regla que, aprobada por el Papa, la convierte en Orden Militar con el nombre de Orden de los Caballeros del Hospital de Jerusalén, más conocida por la Orden de San Juan. Desde el año 1530, tras la cesión del archipiélago de Malta que le hace el Emperador Carlos V, pasa a denominarse Orden de Malta.

Alcázar formó parte del Priorato de la Orden de San Juan en Castilla y León desde el momento de su repoblación, a comienzos del siglo XIII. Y fue su cabecera, relevando a Consuegra, desde finales del siglo XV hasta su disolución en el siglo XIX.  Fieles al mandato de “dedicarse al servicio de los enfermos y pobres” la Orden funda hospitales en todas las localidades importantes en donde se establece. En el libro “El Gran Priorato de San Juan en el Campo de la Mancha” de Pedro Guerrero Ventas, vemos que la Orden tenía varios hospitales en Consuegra, dos en Madridejos, uno en Camuñas, uno en Tembleque, uno en Quero… Aquí en Alcázar, como capital del Priorato y residencia del Lugarteniente del Gran Prior de la Orden, dice que llegó a tener un total de siete, es de suponer que algunos serían simples casas de acogida y de caridad,  ubicadas por lo general, en las ermitas de las villas.

Lo cierto es que a lo largo del siglo XVII tenemos registrada abundante documentación en los “Libros de Actas del Concejo de Alcázar” y en el “Libro de Cuentas del Hospital de Nuestra Señora de la Asunción”, del Archivo Histórico Municipal, sobre la existencia de dos hospitales importantes, el del Corpus Christi y el de Nuestra Señora de la Asunción. Por estos libros conocemos que ambos hospitales gozaban de una holgada situación económica proveniente de las rentas que le proporcionaban la gran cantidad de tierras y censos que tenían y, lo que es más curioso, de la gestión del corral de comedias de la villa y del mesón a él vinculado.

El llamado hospital del Corpus Christi estaba situado en la calle de la Vera Cruz. Desconocemos la correspondencia de esta calle con el callejero actual, pero es de suponer que fuese la actual calle de San Francisco, pues en ella estaba la ermita de la Vera Cruz. En terrenos de este hospital se edificó, en el año 1624, el referido corral de comedias cuyas obras fueron sufragadas, en su mayor parte, por ambos hospitales.

El segundo hospital estaba situado en la calle de la Cárcel, luego calle de Santa María y actualmente calle de Jesús Romero. Aunque inicialmente respondía al nombre de Nuestra Señora de la Asunción, en el siglo XVIII pasó a ser conocido por el nombre de hospital de Nuestra Señora de los Ángeles, por estar lindante con la capilla de esta advocación.

La existencia de estos dos hospitales vuelve a estar documentada en el “Catastro del Marqués de la Ensenada” del año 1752, primer volumen, tomo I, respuesta número 30 de Alcázar de San Juan.

Gracias a los datos aportados por Carlos López-Bonilla Rodríguez en “Una descripción de Alcázar en el siglo XVIII” en donde compendia los trabajos de Tomás López, geógrafo real de Carlos III, que recogidos en 20 volúmenes se conservan en la Sección de Manuscritos de la Biblioteca Nacional, conocemos las respuestas dadas al cuestionario/interrogatorio que envió Tomás López, en torno a los años 1783-1785, a personas ilustradas de pueblos y villas de toda España, generalmente a los curas párrocos.

El primer volumen de esta importante obra, denominada “Diccionario Geográfico”, contiene las respuestas remitidas por los pueblos y villas de las provincias de Albacete y Ciudad Real y por ellas sabemos que  “hay tres hospitales en esta villa de Alcázar, dos para el cuidado y asistencia de los enfermos, destinado el uno para mujeres y el otro para hombres, y el último para recoger los pobres pasajeros dos solos días, cuyo término concluido les hacen abandonar este asilo, sus rentas son cortísimas, y están los pobres con mucha incomodidad y escasa asistencia”.

Desconocemos el nombre, quizás sea el de Nuestra Señora del Socorro, y el emplazamiento del hospital conocido como “de pasajeros”, por una débil suposición lo ubicamos en el entorno de la calle Cautivo. Pero solo es eso, una simple conjetura sin base documental.

Las respuestas a Tomás López también nos describe “que las enfermedades que en esta villa se padecen comúnmente son tercianas de todas clases y de muy mala especie, las que se contraen en los molinos de pólvora; calenturas malignas, en que predomina un principio inflamatorio, por cuyo motivo en la epidemia del año 1781 causó buenos efectos la sangría, los epispásticos y la quina… También se padecen dolores artríticos, reumáticos, ilíacos, pasiones celíacas, diarreas humorales y dolores nefríticos; de estos se padecen con mucha frecuencia y se terminan con la expulsión de piedras de disforme magnitud, dignas de toda atención por su figura, peso y mole; igualmente se padecen hemoptisis, que por sus grados viene a parar tisis, y estas no ceden ni aún a los más decantados remedios”.

Sobre la cita que hace de la epidemia del año 1781, decir que se refiere a la epidemia de peste bubónica, más conocida como “Peste de Pasajes” porque tuvo su mayor exponente en ese puerto guipuzcoano en donde murió el 10% de su población, que llevó a Carlos III a promulgar, en el año 1787, una Real Cédula impulsando la creación de cementerios civiles extramuros de las ciudades y prohibiendo los enterramientos en recintos eclesiales.

No sabemos la fecha exacta del cierre del deficitario tercer hospital, el mencionado como “hospital de pasajeros” pero, aún así, el sostenimiento económico de los otros dos hospitales debía de resultar ya muy gravoso para la Orden, lo que unido a la iniciada decadencia económica y al estado deplorable en el que se encontraba la villa, hizo que Carlos III, a petición de su “muy caro y amado hijo” el Infante Don Gabriel, Gran Prior de la Orden, promulgara la “Real Cédula en que S. M. aprueba La Junta de Caridad, Sociedad Económica, y Policía, fundada en la Villa de Alcázar de San Juan por el serenísimo Señor Infante Don Gabriel, Gran Prior de Castilla y León en la Orden de San Juan de Jerusalén”, dictada en Madrid el año 1786.

En ella se ordena que “los dos Hospitales, que para la curación de enfermos tiene la Orden de San Juan en la Villa de Alcázar, se reducirán a uno. Por su mayor capacidad, y proporción quedará el titulado Nuestra Señora de los Ángeles. En él se ha de cumplir el objeto de ambos institutos para su mayor perfección, y utilidad general, y se harán la Oficinas, y demás obras correspondientes al objeto con la posible perfección, y la debida separación para hombres, y mujeres, y según permita la extensión del edificio, la parte destinada a la colocación de enfermos se dividirá en pequeños cuartos, procurando que cada uno esté solo, mientras concurrencias extraordinarias no impidan proporcionarles este imponderable beneficio”.

En apartados sucesivos se establece que el hospital quedará sujeto, “como hasta ahora”, a la Dignidad Prioral y regula toda la normativa a seguir para su correcto funcionamiento y sostenimiento económico, basado principalmente en las rentas generadas por el Pósito de la Gobernación, pues las propiedades habían disminuido y el corral de comedias ya no funcionaba. También establece que “además del amparo a los enfermos, se socorrerá económicamente, si sus fondos fuesen suficientes, a los ancianos, pobres impedidos y jornaleros faltos de ocupación… Pero este socorro solo debe tener lugar en el caso de sobrante de las rentas de los dos Hospitales unidos, después de perfeccionado el Hospital en lo material y formal”. Con esto remarca que su principal función era la asistencia a los enfermos.

A destacar el consejo de ubicar a los pacientes en cuartos individuales, todo un adelanto para la época, y la obligación de separar a los hombres de las mujeres.

Un cuadro con la figura del Infante Don Gabriel sosteniendo en su mano derecha las Ordenanzas del Hospital de Nuestra Señora de los Ángeles, se conserva en el Ayuntamiento.

Pascual Madoz en su “Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España” (Madrid 1845-1850) en el apartado dedicado a Alcázar de San Juan, nos confirma la existencia de un solo hospital, el de Nuestra Señora de los Ángeles situado al comienzo de la calle Santa María. Sabemos que este hospital funcionó hasta el año 1883, año en el que fue ocupado por cinco monjas venidas de Valencia para prestar funciones de acogida a ancianos desvalidos, hasta que se trasladaron al nuevo edificio que les construyó, en el año 1908, Don Federico Álvarez Navarro y su esposa Doña María Antonia en el solar de un molino de aceite que tenían en la calle de Las Cruces, actualmente calle Federico Álvarez en su memoria. Hoy en día esta institución está ubicada en un nuevo y moderno edificio conocido como Residencia Santa Marta, atendida por las Hermanitas de los Ancianos Desamparados.

En el solar que ocupó este último hospital de la Orden de San Juan se instalaban unas pocas atracciones (a los chicos nos parecía una gran feria) durante las Fiestas Patronales en Honor a la Virgen del Rosario y a partir del año 1965 sirvió de ubicación para construir el edificio de la nueva Casa de Cultura, actualmente Conservatorio Oficial de Música, cuya puerta principal se embelleció posteriormente con la portada heráldica que ennoblecía la casa solariega de Don Diego y Don Gaspar de Párraga, sita en la calle Castelar esquina a la de Ramón y Cajal.

Luego llegó esa larga noche de nuestras instalaciones sanitarias, tenuemente iluminada por la existencia de la Casa de Socorro (1935) y por la Clínica del Dr. Don Rafael Mazuecos, incomprensible situación para una localidad industrial de 30.000 habitantes con una extensa área de influencia, que se intentó remediar con la puesta en marcha, en febrero de 1973 ingresó el primer paciente, del Hospital Comarcal dependiente de la Dirección General de Sanidad, del Ministerio de la Gobernación, en donde la Seguridad Social tenía jerarquizada (extraña referencia) una planta para sus necesidades, hasta llegar, hace ahora 26 años, a la espléndida realidad que supone el Hospital General La Mancha Centro.

 

Manuel Rubio Morano

Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan

 

Coronavirus detuvo el corazón de la Mancha, ayúdanos a hacerlo latir

Fernando Corella ilustracion
Ilustración de Fernando Corella

La provincia de Ciudad Real y especialmente la comarca de la Mancha, se han visto afectadas de forma trágica por la pandemia de coronavirus, urge hacer algo para revertir la situación económica y social 

Alcázar de San Juan, 12 de mayo de 2020.- El pasado 14 de marzo se declaró en España el estado de alarma, en estos dos meses de confinamiento en que hemos permanecido en nuestras casas para evitar la expansión indiscriminada del virus SARS-CoV-2 (causante de la COVID-19) se ha conseguido casi al completo ese primer objetivo, el de evitar que se expanda, pero poder lograrlo está teniendo un coste personal, social y económico muy difícil de cuantificar.

Tanto la provincia de Ciudad Real como la comarca de la Mancha han sufrido la pandemia de forma severa, alcanzando en ambos territorios cifras de muertos por millón de habitantes de las más altas de España y comparables a los lugares del mundo con mayor índice de fallecimientos, como son Nueva York o Lombardía en Italia.

Pero no sólo hemos experimentado graves pérdidas de vidas humanas, también los empleos y los negocios están sufriendo de forma angustiosa esta crisis, ya que muchas empresas de nuestra comarca y especialmente las del sector de la hostelería, llevan dos meses sin actividad y sin poder generar ingreso alguno.

Podemos decir que la enfermedad por coronavirus ralentizó mucho el pulso de nuestra comarca, detuvo el corazón de la Mancha y entre todos debemos volver a hacerlo latir de nuevo.

Si hace unos días desde esta Sociedad Cervantina apostábamos por potenciar y difundir el País del Quijote como destino turístico cultural y gastronómico (tan pronto como quede permitida la movilidad), ahora más que nunca es necesario que todas las administraciones se impliquen en potenciar planes de recuperación de nuestra tierra que potencien los aspectos culturales que nos diferencian de otras comarcas.

Vivimos en la Mancha, tierra de don Quijote, su cuna, su solar y donde tuvieron lugar sus andanzas y aventuras, se trata de un elemento diferenciador que ningún otro destino turístico posee. Esta comarca tiene mucho que ofrecer y dispone además de una magnífica infraestructura hotelera y una hostelería de primer orden que sabe acoger y fidelizar a nuestros visitantes de manera espléndida y profesional.

Es por tanto el momento de que todos vayamos de la mano y aunemos esfuerzos para potenciar aún más si cabe el ingente patrimonio cultural de nuestra comarca, la comarca del Quijote, para lograr ese objetivo encontrarán dispuesta a esta Sociedad Cervantina con el fin de que entre todos consigamos que el Corazón de la Mancha vuelva a latir.

Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan