Un astrónomo en el Corral de Comedias de Almagro

Manuel Cepero, Benjamín Montesinos y Silvia Marsó en el Corral de Comedias (Crédito de la imagen: Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro)

En septiembre del año pasado recibí un correo electrónico desde la Fundación del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro. No podía imaginar qué desearían de un astrónomo en representación de la Sociedad Española de Astronomía (SEA), desde el Festival de referencia mundial en teatro del barroco y el Siglo de Oro.

Al comenzar a organizar la edición número 42 del Festival, que se está desarrollando entre los días 4 y 28 de julio, su director, Ignacio García, se dio cuenta de que el tercer fin de semana, del 19 al 21 de julio, coincidía con el 50 aniversario de la llegada del ser humano a la Luna… ¿podríamos organizar un “Fin de semana lunar”? En la poesía de la época de la literatura que cubre el Festival hay multitud de referencias al cielo, a las estrellas, a la Luna, ¿por qué no entonces unir poesía y astronomía en unas estimulantes jornadas?

Y así comenzó a fraguarse lo que hace unos pocos días ha resultado ser una de las experiencias más fascinantes que me han ocurrido como astrónomo y como divulgador de la ciencia, una experiencia que, desde la SEA he tenido el privilegio de coordinar y en la que he participado de una forma que nunca habría soñado. Organizamos una observación pública con telescopios en la Plaza Mayor, la presentación de un libro (Las mil caras de la Luna, de Eva Villaver), talleres de cráteres y meteoritos para niños y un taller de lunas táctiles para personas con discapacidad visual.

… Pero hubo algo más. Cada fin de semana del Festival, en la madrugada del sábado al domingo, se celebran en el Corral de Comedias unas representaciones llamadas “Flores nocturnas”, que toman su nombre de un verso de Calderón, que se refería a las estrellas de esa manera en el “El Príncipe constante”:

Flores nocturnas son: aunque tan bellas,

efímeras padecen sus ardores,

pues si un día es el siglo de las flores,

una noche es la edad de las estrellas

Si en la madrugada del 20 de julio de 1969 el módulo lunar Eagle del Apolo XI estaba posado en la Luna, y Armstrong se disponía a dar ese “pequeño paso para el hombre”, no podíamos dejar pasar la oportunidad de hacer quizás el más bello y original homenaje a ese hecho histórico.

Y fue de esa manera como nació la Flor nocturna “Clara la luna, claras las estrellas”, tomando el título de un verso de un soneto de Sor Juana Inés de la Cruz:

Aunque es clara del cielo la luz pura,

clara la luna y claras las estrellas,

y claras las efímeras centellas

que el aire eleva y el incendio apura

Versos de Sor Juana Inés, Calderón, y Fray Luis de León, música desde el siglo XVI (Luis de Narváez) hasta el XX (Fly me to the moon), y unas sencillas explicaciones científicas se entrelazaron en una hora mágica en el Corral de Comedias, el epicentro del Festival que irradia una energía difícil de describir, pero fácil de sentir cuando uno se encuentra entre sus muros.

La actriz Silvia Marsó recitó los versos y el pianista ciego Manuel Cepero interpretó la música. Quien les cuenta esta experiencia tuvo la inmensa fortuna de transmitir qué sabe la astronomía de la Luna, de su origen, sus fases –una ilusión, una sombra, una ficción, en un guiño a Calderón- de los eclipses, y de evocar esos primeros pasos de un ser humano fuera de la Tierra, su cuna. Los tres fuimos coordinados por la mano maestra de Ignacio García, apoyados por un maravilloso equipo.

Entre los muchos momentos mágicos, uno de los más emocionantes fue quizás cuando, con las luces del Corral apagadas, pudimos contemplar el cielo que nos cubría, con el gran “Triángulo de verano” sobre nuestras cabezas, formado por Altair, Vega y Deneb, las estrellas más brillantes de las constelaciones del Águila, la Lira y el Cisne, siendo conscientes de nuestra pequeñez. Logramos ver una estrella cuya luz ha estado viajando en el espacio 391 años hasta llegar a nuestros ojos en la madrugada del 20 de julio… Esa luz se emitió cuando los albañiles, carpinteros y herreros almagreños comenzaron en 1628 a levantar los muros del Corral de Comedias. Nos consta -y nos emociona saberlo- que a muchos de los asistentes se les saltaron las lágrimas durante este recital poético, astronómico y musical.

Una experiencia inolvidable. Mi agradecimiento a quien, con mente abierta, ha hecho posible, y creo que transmito bien sus palabras, el hecho de que el Festival no sea un mero “contenedor de representaciones teatrales” sino que sirva de puente para el encuentro de sensibilidades y facetas de la cultura muy distintas que, al final, no hacen sino enriquecernos y hacer que el mundo sea un lugar un poco mejor.

Benjamín Montesinos

Vicepresidente de la Sociedad Española de Astronomía (SEA)

 Investigador del Centro de Astrobiología (CAB, CSIC-INTA)

Miembro de la Sociedad Cervantina de Alcázar

El fiasco en ventas de la segunda parte del Quijote

Composición realizada por Estrella Cobo Andrés

La publicación de la Segunda Parte del Quijote no tuvo en el reino de Castilla –ni de lejos-, el mismo éxito editorial que la Primera

Alcázar de San Juan, 22-07-2019.- El Quijote de Cervantes es el libro más traducido después de la Biblia, consta de dos partes, la primera publicada en 1605, titulada El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, fue un éxito de ventas y de aceptación por parte del público y que sólo en su primer año de vida tuvieron que estamparse seis ediciones en castellano. También a nivel europeo alcanzó gran repercusión traduciéndose de forma inmediata al inglés en 1612 (Edición de Thomas Shelton) y al francés en 1614 (edición de Cesar Oudin). De todas formas, en nuestro país sus seis ediciones supusieron un éxito relativo, no siendo el best seller de la época, gozando de ese honor El Guzmán de Alfarache, obra publicada en 1599, escrita por Mateo Alemán y de la que se imprimieron nada menos que veinte reediciones en sus primeros cinco años de vida.

Hubo que esperar diez años para que el público pudiese leer la segunda parte del Quijote de Cervantes, titulada El ingenioso Caballero Don Quijote de Mancha, fue impresa en 1615 y nadie esperaba ya una continuación por parte del autor, así lo reconoció  el biógrafo cervantino José Manuel Lucía Megías en una conferencia titulada  “Cervantes, una vida por narrar” en la programación del #Querote19, hasta el punto que según el experto estudioso de la obra de Cervantes al fallecimiento de Francisco de Robles (ocurrida en 1623, ocho años después de la edición de la obra), aún quedaban sin vender en sus almacenes 366 ejemplares de una única tirada (que en la edición Prínceps de la Primera Parte sabemos que fue de entre 1.500 y 1.750  ejemplares).

Como es sabido antes de la publicación de la segunda parte de Cervantes en 1615,  fue publicada en 1614 una continuación de las aventuras de don Quijote,  la segunda parte apócrifa de un desconocido que utilizó el seudónimo de Alonso Fernández de Avellaneda,  de la cual, sabemos que hubo al menos dos ediciones, gracias al investigador cervantino Enrique Suárez Figaredo -toda una autoridad en el tema-, que se percató que de los cuatro ejemplares que disponía  la Biblioteca Nacional de España del Quijote de Avellaneda, uno de ellos era diferente tratándose de un ejemplar de la primera edición y correspondiendo los otros tres a la segunda. Es decir, que de la segunda parte del Quijote conocido como de Avellaneda, hubo más ediciones que de la del propio Cervantes.

Resulta una verdadera paradoja  que siendo la segunda parte de Cervantes muy superior en estilo y en recursos literarios a la primera y en la que realmente vertió el autor su experiencia y su sabiduría, al final resultase un fiasco en las ventas y no obtuviera el esperado éxito. Al final el tal Avellaneda pareció salirse con la suya, cuando ya en el prólogo de su obra le comunicaba a Cervantes que con su continuación de la primera parte iba a dejar en un segundo plano a la segunda de Cervantes (de la que éste ya había anunciado su salida a la luz en el prólogo de sus Novelas ejemplares publicadas en 1613) y poniendo negro sobre blanco que le iba a quitar la ganancia de la novela de Cervantes anticipándose así a su publicación.

Otras obras de Cervantes que tuvieron gran éxito, más incluso que la primera parte del Quijote, fueron las ya mencionadas Novelas ejemplares publicadas en 1613, de estas hubo 8 reediciones entre 1613 y 1622 (sin ejemplares en inventario fechado en 1623 de Francisco de Robles ) y por la que pensaba Cervantes que iba a pasar a la posteridad (no fue así), pero  que en su momento fue la que más prestigio le dio, titulada Los trabajos de  Persiles y Sigismunda, con sus 5 reediciones en 1617 en 5 ciudades diferentes, Paris, Barcelona, Valencia, Pamplona y Lisboa.

En el momento de su impresión el Quijote se valoró por los lectores de la época especialmente por su carácter humorístico y no trascendente, no alcanzando otro nivel de lectura, que el cómico.

Los lectores ingleses y alemanes del siglo XVIII, fueron los que otorgaron la relevancia mundial que hoy tiene, especialmente el romanticismo alemán, que según expone  Francisco Rico en su trabajo Tiempos del Quijote, quisieron ver en don Quijote una exaltación del idealismo.

La segunda parte de Cervantes es sin duda la más genial de todas sus obras, pero ni los lectores de la época, ni los de dentro de nuestras fronteras lo valoraron así, sino que tuvieron que ser los extranjeros quienes pusieran en valor las virtudes que la obra atesora.

Alonso M. Cobo. Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan

La desconocida actividad comercial de Miguel de Cervantes: ¿la exportación de vino a América?

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Nuevos documentos aparecidos recientemente apuntan a que nuestro primer escritor -así lo denominó Juan Goytisolo- pudo trabajar como agente comercial a sueldo o comisión

Alcázar de San Juan, 16-07-2019.-  Para relacionar a Miguel de Cervantes con el mundo del vino, en el que podría haber sido introducido de la mano de su amigo Simón Hernández,  del que recordemos apadrinó junto con su mujer Catalina de Salazar, a su hijo Juan en Esquivias y con quien pudo viajar a la Mancha en su negocio de compra venta de vinos y especialmente visitaría El Toboso para adquirir tinajas que en esta villa se fabricaban con gran fama, con el fin de destinarlas al almacenamiento del preciado caldo, basta remitirnos al artículo «El ilustrísimo vino de Cervantes» de  Alonso M. Cobo  publicado entre otros medios por  Todoliteratura, o en LaManchaWines.

Recientemente José Cabello Núñez, archivero de la Puebla de Cazalla, puso en el mapa cervantino a Magdalena Enríquez, proporcionando el nombre de esta mujer sevillana, presentándola como una comerciante dedicada a la fabricación de bizcocho para la Armada, a la que Cervantes facultó ante escribano público para que pudiera cobrar el salario que se le adeudaba por sus trabajos como comisario de abastos al servicio del rey.

Todo tiene que ver con el acopio de trigo, cebada, aceite y queso con destino a alimentar las tripulaciones de los barcos españoles,  para lo que Cervantes fue comisionado por Miguel de Oviedo, el proveedor general de las galeras de España, que le había encomendado el 7 de julio de 1593 conseguir todo el trigo que pudiera hallar en los municipios situados a doce leguas a la redonda de Sevilla, señalando expresamente las villas de Gerena, Almonte, El Puerto, Rociana, Bonares, Niebla, Lucenilla, Beas, Hinojos, Bollullos, Manzanilla, Escacena, Huevar, Castilleja del Campo, Alcalá de Guadaíra, Paterna, La Palma, Villamanrique y Villarrasa.

Doña Magdalena Enríquez estaba dentro del negocio de los bastimentos, ya que era la dueña de una fábrica de bizcocho y proporcionaba este alimento para los barcos de la carrera de Indias.  Según hace notar Cabello Núñez en su trabajo «Nuevos documentos para la biografía de Miguel de Cervantes Saavedra, un comisario real de abastos en los antiguos Reinos de Jaén y Sevilla (1592-1593)»publicado en Anales Cervantinos, dos años antes de conocer a Miguel de Cervantes,  Magdalena Enríquez apenas si sabía firmar y una vez cultivada la amistad con el escritor (así como también la amistad de su vecino Tomás Gutiérrez de Castro, posadero y amigo de Cervantes), no sólo aprendió a leer y escribir sino que como ya hemos apuntado anteriormente,  fue la persona designada por Cervantes mediante poder notarial para cobrar 19.200 maravedíes de atrasos que se le debían por servicios prestados al proveedor Cristóbal de Barros y reclamarlos ante la Casa de Contratación de Sevilla.

Además de la fábrica del bizcocho, tanto Magdalena Enríquez como su padre Juan Enríquez de origen flamenco pero residente en Sevilla desde 1580, estaban muy introducidos en el mercado de vinos con las Indias.

Filibotes
Filibotes, los barcos mercantes flamencos más capaces, más rápidos y más fácilmente maniobrables

Sobre Juan Enríquez aporta datos muy interesantes Juana Gil-Bermejo García en su trabajo «La Española, anotaciones históricas (1600-1650)» encontrando sobre él múltiples referencias de su presencia en Santo Domingo, concretamente en 1603, donde llegó en el  navío «San Juan Evangelista» del que era su principal cargador. Así mismo, en 1606 cargaba en el filibote «San Pedro» del que era dueño (navío de origen flamenco, que era el tipo de barco mercante más avanzado y capaz de la época,  para cuya maniobra bastaba una mínima tripulación), géneros por valor de 1.786.000 maravedíes.

Su hija Magdalena Enríquez figura en 1608 como dueña del filibote “Nuestra Señora de la Esperanza”  que desde el puerto de Garachico (Tenerife) partió para Santo Domingo llevando un cargamento compuesto de 120 pipas (unos 60.000 litros de vino) y 463 quintales de brea (unos 21.300 Kg), lo que nos permite evaluar que el tamaño del navío no bajaría en ningún caso de las 100-120 toneladas.

Por lo tanto no se trataba de comerciantes menores, ni de intermediarios, sino que la familia Enríquez poseía sus propios barcos y se dedicaba, entre otras cosas,  al transporte de vinos a América,  lo que nos induce a pensar si el verdadero vínculo entre Miguel de Cervantes y Magdalena Enríquez no sería el del comercio de vinos con el nuevo Mundo.

Constantino López. Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan